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¿Es justo utilizar a los demás animales?

Desde que nacen su destino está decidido. Sea o no justo que los explotemos, lo cierto es que es una realidad. Incluso está institucionalizada y es posible recibir subvenciones para mantenerla. El motivo: no pertenecen a nuestra especie.

El hecho de que sean capaces de sufrir, disfrutar, que tengan interés en vivir su vida de acuerdo con su naturaleza, no supone una traba cuando estamos hablando de beneficios (evidentemente no para los demás animales). Es más, es posible que tampoco la supusiera en caso de no haberlos, ya que la raíz del problema es el modo en que los consideramos. Lo que se plantea es obtener su carne, sus huevos, su piel con la que hacer todo tipo de prendas… El que para conseguir productos de origen animal, poner a prueba una idea en alguien vivo, desarrollar nuestra faceta “artística”, o divertirnos utilizándolos, tengamos que recluir, explotar y asesinar a otros individuos con capacidad de sufrir y disfrutar, no parece ser un obstáculo.

En ocasiones se intenta justificar esta actitud utilizando para ello argumentos que no parecen ser producto de una reflexión demasiado elaborada. Es bastante habitual encontrar personas que alegan que es lo “normal”, ya que se ha hecho siempre así. O quienes recurren al argumento: “las plantas también sufren”, lo que además de mostrarse como un “absurdo biológico” (sin poseer un sistema nervioso, ser capaz de sufrir, y además sin que dicha capacidad pueda cumplir con la función para la que existe: avisar al individuo de que debe alejarse de la fuente de dolor que pone en peligro su supervivencia); no invalida en modo alguno el hecho de que los demás animales son capaces de sufrir y disfrutar.

A veces se utilizan argumentos del tipo: ¿acaso no se come el león a la gacela?, como si estuviéramos haciendo referencia a un agente responsable de sus actos, que además puede optar por alimentarse de otro modo. O bien a otros tales como: “el hombre se encuentra en la cúspide de la pirámide evolutiva”, lo que carece de todo tipo de fundamentación científica, puesto que la evolución no se dirige en una única dirección, sino que ésta más bien se extiende a modo de árbol en múltiples ramas. Es frecuente por parte de algunas personas recurrir a planteamientos tales como: “los animales existen para que nosotros los utilicemos” (¿para qué sirve una gallina si no?, parecen decir), que simplemente presentan el hecho en términos utilitaristas para beneficio humano.

En otras ocasiones pretende invalidarse la defensa de los intereses de los demás animales por vivir libres de explotación del siguiente modo: “hay cosas más importantes que afectan a miembros de nuestra especie que solucionar antes”, planteamiento que además estar basado en el mismo prejuicio especista que las posturas citadas anteriormente, parece proponer que ineludiblemente hay que explotar animales para poder participar en otro tipo de luchas. Otras veces lo que se persigue es justificar esta actitud en un intento de sacralizar conceptos tales como: arte, tradición, ciencia, cultura, salud. Plantean la tesitura de que no es posible la existencia de dichas categorías sin que los demás animales sean utilizados en su nombre.

Es común recurrir a argumentos basados en la posesión de determinadas capacidades, que los demás animales no tendrían. Lo cierto es que no se ha encontrado ninguna capacidad relevante para respetar el interés de un individuo en vivir libre de explotación, que sea propiedad exclusiva sólo de l@s human@s, y además de tod@s ell@s. Podríamos desconsiderar el hecho de que no tod@s los human@s poseen la capacidad X, que tomemos como base para discriminar a los demás animales (porque la perdieron, porque nunca la poseyeron, o porque no cuentan con ella durante una etapa de su vida al menos). En este caso quienes emplean dichos argumentos se verían obligados a discriminar a dich@s human@s mencionados también, si fueran coherentes con su planteamiento.

Todos estos argumentos resultan muy cómodos a quienes los utilizan, ya que les permiten continuar actuando tal y como lo hacen (posiblemente del mismo modo que lo hicieran sus progenitores, sus antepasados…). Contribuyen además a mantener el estatus de algun@s: tanto el de quienes se benefician económicamente, como el de aquell@s otr@s que obtienen prestigio o reconocimiento social.

Lo cierto es que ninguno de los postulados mencionados afronta con la seriedad debida el debate sobre la relación que mantenemos con los demás animales. Ninguno logra justificar su utilización desde una perspectiva ética basada en términos de justicia, y tras todos ellos podemos apreciar la existencia de prejuicios especistas. A través de ellos, y aún de muchos otros, se prentende enmascarar la injusticia que supone negar a quien es capaz de sentir una consideración igualitaria, discriminando sus intereses por el mero hecho de pertenecer a una especie distinta a la nuestra.

Fuente: www.ojosveganos.com

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