Cada año son utilizados en contra de su voluntad cientos de millones de animales no humanos para la experimentación. En las estadísticas oficiales no se incluyen a los animales criados para la investigación pero que son asesinados como excedentes, ni los que mueren durante su transporte.
Algunos de los animales no humanos utilizados son secuestrados de su hábitat (como primates, reptiles…), transportados (solo el 10% llegan vivos) y confinados en los laboratorios donde se experimenta con y sobre ellos hasta que mueren a consecuencia de éstos o son asesinados por los experimentadores; otros proceden de criaderos (ratas, ratones…) o de perreras (perros, gatos…).
Los animales no humanos más utilizados son:
* Ratas, ratones, cobayas, hamsters, conejos,
* Primates (babuinos, chimpancés…)
* Perros (especialmente beagles), gatos y caballos
* Ovejas y cerdos
* Anfibios y peces también son cada vez más utilizados para la investigación.
Todos estos animales no humanos son utilizados como “sujetos” de experimentación porque:
-tienen respuestas similares a los animales humanos hacia muchos tipos de estímulos,
- les sirven a los experimentadores de criba para nuevos fármacos,
- sirven de sparring para nuevas armas, de probeta para nuevas (o no tan nuevas) sustancias, de medida de diferentes estímulos psicológicos…
En definitiva, la ciencia asume que los animales humanos y no humanos tenemos respuestas similares ante estímulos similares y que tenemos una fisiología suficientemente parecida como para que sus pruebas puedan ser justificables a los ojos de los “científicos”. Se asume que los demás animales también sienten, sufren, buscan el placer, pasan miedo, les duele cuando se les pega… en definitiva, que si se les causa dolor eso afecta al sujeto que tienen entre sus manos y pese a eso, pese a saber, ver, confirmar, que somos similares, siguen encarcelándolos, quemándolos, envenenándolos, apaleándolos… en nombre de la ciencia, de la estética, de la mejora de las armas…
Así, no existe un sufrimiento para los "humanos" y otro para los “demás animales", tan sólo existe el sufrimiento. La terrible experiencia del dolor, el estrés, la angustia y del miedo, resultan tan indeseables para unos como para otros. Por ello, el mismo grado de padecimiento ajeno debería tener por nuestra parte la misma consideración ética. Aceptar como más deseable el dolor de un ratón, que el de un ser humano, es tan injusto como aceptar lo mismo entre personas de diferente sexo, edad, estatus o raza. Podemos poner en práctica la discriminación que deseemos, pero cualquiera de ellas será injusta. Por ello, la salud y el bienestar individual es tan importante para nosotros como pueda serlo para un gato, un salmón, una paloma o una rana.
En todo ello está la base del especismo, por el que los intereses de los demás animales (aunque sean tan fundamentales como la vida, la libertad, el no sufrir…) son infravalorados frente a los de los animales humanos, simplemente porque no son de nuestra especie (discriminación similar a la que podría hacer un racista con los intereses de individuos de una raza o cultura diferente a la suya).
Pero, aún en el hipotético caso de una cierta eficacia de la experimentación con animales no humanos, estaríamos ante un mero intercambio de "dolor por dolor". Incluso el más entusiasta vivisector aceptará como válida la teoría de que, si queremos obtener datos realmente significativos para los humanos sobre una enfermedad concreta, deberemos estudiar los modelos más próximos a nosotros, por lo que si queremos “buena ciencia” lo ideal sería experimentar directamente con humanos (cosa que si se hace sin el consentimiento del sujeto implicado la propia sociedad ve como totalmente carente de ética). Las capacidades cognitivas de los individuos no son importantes a la hora de valorar si sus intereses merecen ser respetados. Si no utilizaríamos a un bebé humano, a un discapacitado cognitivo o a un enfermo de Alzheimer (humanos con una menor capacidad intelectual, similar en muchos casos a la de otras especies no humanas) en un experimento de abrasión dérmica por ejemplo, tampoco es ético hacerlo con conejos, ya que éstos tienen la misma capacidad de sentir (dolor, angustia, pánico, desasosiego, estrés…) que los humanos.
“Si pudiéramos ver lo que pasa permanentemente en los laboratorios, nuestro sueño se vería turbado y no podríamos mantener la alegría de espíritu por un solo momento".
Dr. Ralph Birker
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